El día que Les Corts enmudeció: un siglo de desafío y resistencia del FC Barcelona
Hace exactamente cien años, en un acto que marcó un hito en la historia del deporte y la política catalana, el general Milans del Bosch, gobernador civil y militar de Barcelona, clausuró el estadio de Les Corts, feudo del FC Barcelona, por un periodo de seis meses. La draconiana medida, ordenada directamente por el rey Alfonso XIII y el presidente de la dictadura de Primo de Rivera, incluyó también el cese fulminante y la expulsión temporal del territorio español de Joan Gamper, el presidente del club. La sanción al Barça no fue aleatoria; fue una respuesta airada y simbólica del régimen ante un desafío que consideró intolerable.
La chispa que encendió la ira dictatorial se produjo diez días antes, el 14 de junio de 1925. Durante un partido amistoso en Les Corts entre el FC Barcelona y el CE Júpiter, organizado a beneficio del Orfeó Català, la banda musical de un barco de la Royal Navy británica interpretó la "Marcha Real". Las más de 12.000 personas que abarrotaban el estadio respondieron con una sonora y unánime silbada, un gesto inédito en la historia del fútbol español. Acto seguido, la misma banda interpretó el "God Save the Queen", el himno británico, y el público de Les Corts reaccionó con un estruendoso aplauso. Si bien nunca se dilucidó si la protesta fue espontánea o planificada, la interpretación del poder español fue inequívoca: un desafío frontal que no podían permitirse, tildando al club de "desafecto a España" en el expediente de clausura.
Este incidente no puede descontextualizarse del convulso panorama político de la época. Para junio de 1925, hacía casi dos años que el rey Alfonso XIII y el general Primo de Rivera habían consumado un golpe de Estado (septiembre de 1923), poniendo fin a medio siglo de régimen constitucional y frustrando la recién restaurada Mancomunitat de Catalunya (1914-1923), el primer intento de autogobierno catalán desde 1714. La dictadura, bajo el pretexto de combatir el pistolerismo, se embarcó en una sistemática persecución del catalanismo político y cultural, considerándolo una amenaza que "contribuye a deshacer la obra nacional".
En este escenario de represión, el FC Barcelona emergió como un bastión de la identidad catalana. A diferencia de partidos, sindicatos y ateneos que fueron clausurados, el Barça, por su naturaleza sociodeportiva, logró sobrevivir, asumiendo el relevo de las entidades proscritas. Desde su fundación en 1899, el club ya mantenía una estrecha relación con el catalanismo, con directivos como Joan Gamper, comprometidos con la recuperación cultural y política de Catalunya. De hecho, en 1919, el club apoyó plenamente el primer proyecto de autogobierno catalán del siglo XX, y desafiando abiertamente a la dictadura, publicó sus carteles del 25º aniversario en catalán en 1924. El partido de la silbada, a beneficio del asfixiado Orfeó Català, fue una manifestación más de esta postura.
La culminación de esta conexión inquebrantable entre el club y la identidad catalana se sellaría trágicamente con el asesinato de Josep Suñol i Garriga. El 6 de agosto de 1936, al inicio de la Guerra Civil, el presidente del FC Barcelona fue detenido y asesinado con ensañamiento por paramilitares nacionalistas españoles cerca de Madrid. Su crimen no fue un daño colateral, sino un acto deliberado contra el presidente de una entidad que ya entonces simbolizaba la ambición colectiva de una Catalunya plena, y que representaba todo aquello que el nacionalismo español, tanto de derechas como de izquierdas, buscaba exterminar. La historia del Barça, cien años después de aquella silbada, sigue siendo la crónica de una resistencia arraigada en el corazón de Catalunya.